El 10 de abril de 1919, Emiliano Zapata, uno de los más grandes líderes y revolucionarios de México, fue asesinado en un emboscada en Chinameca, Morelos. Este acto, que acabó con la vida del “Caudillo del Sur”, marcó un hito en la Revolución Mexicana y dejó una huella imborrable en la historia del país.
Zapata fue un líder campesino que luchó incansablemente por la justicia social y los derechos de los pueblos indígenas y campesinos. Su lema, “Tierra y Libertad”, simbolizaba su lucha por la restitución de las tierras arrebatadas a las comunidades rurales. A lo largo de su vida, se ganó el cariño de los más humildes, pero también se enfrentó a los intereses de las grandes élites terratenientes y al gobierno centralista.
El asesinato de Zapata, presuntamente orquestado por las fuerzas de la época para neutralizar su poder y su influencia, fue un golpe devastador para la causa revolucionaria. Sin embargo, su legado perduró en la memoria colectiva, convirtiéndolo en un símbolo de resistencia, lucha por la justicia y la tierra para los más desprotegidos.