En el Camino Real de Querétaro en San Juan del Río, la leyenda de las bolas de fuego, esas misteriosas luces que cruzan los cerros y carreteras, es tan conocida como en cualquier otro rincón de México; sin embargo, hoy nos remontaremos a una historia más antigua, al año 1798, durante el virreinato de México. Esta leyenda está llena de misterio y magia, protagonizada por dos hermanas: Leonor y Mariana, ambas enamoradas del mismo hombre.
Leonor era la mayor, una mujer robusta, con rasgos fuertes, amante de los gatos y partidaria de la brujería, eso hacía que sufriera burla por su familia, ya que no era atractiva para los hombres y por ello no conseguía pareja, todos la tomaban como “una quedada”; Mariana la menor, resultaba lo contrario, una señorita de grandes ojos, cabello largo y lacio, de tez morena clara y delgada, que a pesar de ser una chica inquieta e ir a los distintos mesones en busca de amores, no dejaban de pretenderla.
Un día llegaron varios comerciantes a su pueblo, entre ellos un joven de 20 años llamado Fernando. Ambas hermanas, al verlo, quedaron cautivadas por su encanto y aquellos ojos cafés claro.
Mariana fue la primera en acercarse a él logrando llamar su atención, Leonor solo le agarró más odio a su hermana, lo que la llevó a realizar un plan para quedarse con aquel chico, mintiéndole a su hermana diciendo que lo había visto con una jovencita de 17 años que vivía por los rumbos de Amealco.
En la madrugada del día en que se tendría que ir con el cargamento a San Miguel el Grande, hoy de Allende. Mariana al saber que su hermana se dedicaba a la magia, no lo pensó dos veces en acudir a ella para logar quedarse con el corazón de Fernando, ya que tenía miedo de que se fuera con la otra chica al estado de Guanajuato.
Al estar Leonor y Mariana juntas prepararon las cosas para el conjuro: un muñeco, un alfiler, un mecate, un gallo y lo más importante, un mechón de cabello de la otra chica.
Mariana se hincó en el suelo de su cuarto, esperaron a que el gallo cantara tres veces, Leonor tomó al animal y lo degolló e hizo con su sangre un círculo alrededor de su hermana, mientras ella tomaba al muñeco y sobre él colocaba el mechón de pelo y los amarraba con el mecate.
Al estar lista, Mariana gritó su deseo “que la dueña de este mechón caiga muerta al clavar el pecho de este muñeco” empezando a desgarrarse de rabia dijo “que su corazón se detenga, que se muera entre gritos”.
Tomó el alfiler y lo encajó en el pecho del muñeco, de inmediato ella empezó a sentir un dolor profundo en el pecho, pensó que había salido mal el hechizo, pero no fue así; su hermana, Leonor le había cortado el mechón mientras dormía para que ella muriera y así poder irse con Fernando.
En la mañana, Leonor tomó sus cosas y fue a la posada en donde se hospedaba su amado, al llegar le comentaron que Fernando había sido brutalmente asesinado en una riña de cantina en la noche anterior. Ella, ya sin nadie corrió hasta el río San Juan, maldijo a todo lo visible e invisible y sin pensarlo se aventó de un pequeño puente, por lo que murió ahogada por la corriente del río.
Desde ese año se comenta que se logran ver dos bolas de fuego paseando en todo el camino real, perdiendo a los viajeros, se dice que son Leonor y Mariana buscando a su Fernando.
Redactó: Daniel Uribe Velasco