¿Por qué se dormía en armarios durante la Edad Media y por qué dejamos de hacerlo?

magina un robusto armario de madera tallada, oscuro y enigmático, que al abrir sus puertas revela no estantes ni perchas, sino un lecho acogedor y resguardado del mundo exterior. Este no es un mueble de fantasía, sino la “cama armario”, una ingeniosa solución medieval a los eternos problemas de espacio y frío.

Utilizadas desde la Edad Media hasta bien entrado el siglo XIX, estas camas encapsuladas se diseñaron para maximizar el uso del espacio en las diminutas viviendas de la época, proporcionando a la vez un refugio contra el frío penetrante que caracterizaba los largos inviernos europeos.

Esta pieza de mobiliario multifuncional optimizaba el espacio vital y encarnaba un santuario personal, donde el calor humano se conservaba entre paredes de madera, ofreciendo un descanso reparador protegido de los elementos.

La cama en la Edad Media

Las camas armario, también conocidas como “camas caja” o “camas cerradas”, surgieron en la Edad Media como una respuesta práctica a la escasez de espacio y a las duras condiciones climáticas de Europa. Estas estructuras, esencialmente grandes cajones de madera, podían variar en diseño y material dependiendo del estatus social del usuario. Los modelos más básicos, a menudo encontrados en hogares campesinos, eran simples cajas de madera sin adornos, mientras que las variantes de la nobleza y la burguesía estaban elaboradamente decoradas con tallas intrincadas, pinturas y paneles de madera fina como el roble o el cerezo.

Estas camas se caracterizaban por tener una estructura robusta que se cerraba completamente con puertas, a veces equipadas con pequeñas ventanas con cortinas para permitir algo de luz y ventilación. Internamente, podían incluir un colchón relleno de paja o lana y, en algunos casos, cajones o compartimentos para guardar ropa y otros enseres personales. La cama podía estar elevada del suelo con patas cortas para evitar la humedad y el frío del suelo, o bien encastrada en un nicho de la pared para una mejor conservación del calor.

El uso de las camas armario se extendió principalmente en zonas rurales de Europa, donde las casas solían tener una sola habitación que servía para todas las actividades diarias. La capacidad de cerrar la cama durante el día permitía a los habitantes utilizar el espacio para otras tareas, transformando el lecho nocturno en un banco o incluso en un área de trabajo. Este diseño no solo maximizaba el uso del espacio vital, sino que también proporcionaba un entorno aislado y cálido, esencial durante los largos y fríos inviernos europeos, especialmente durante períodos como la Pequeña Edad de Hielo.

Un poquito de privacidad

Las camas armario, al ser cerradas, favorecían la creación de un espacio privado incluso en hogares donde la privacidad era un lujo escaso. Era común que varias personas compartieran la misma cama armario, especialmente en familias numerosas o entre trabajadores de una misma granja, lo que añadía un componente social y de camaradería al descanso nocturno. Anécdotas de la época ilustran cómo estos espacios compartidos podían fomentar el vínculo entre sus ocupantes, aunque también suponían desafíos relacionados con la comodidad y la ventilación.

La adaptabilidad de las camas armario se manifestaba en su capacidad para transformarse según las necesidades del momento. En tiempos de escasez y pobreza, estas camas permitían maximizar los recursos disponibles; un mismo mueble podía servir como lugar de descanso, almacenamiento de ropa y enseres, y espacio de trabajo. Esta multifuncionalidad era esencial en hogares donde cada centímetro de espacio contaba, y las camas armario se integraban de manera orgánica en la economía doméstica de subsistencia, demostrando ser una solución ingeniosa frente a las adversidades de la vida cotidiana en aquellos tiempos.

Cama cerrada
Este es el aspecto que podía tener una casa medieval con la cama armario. Wikimedia

¿Cómo se dormía en la Edad Media?

Durante la Edad Media y hasta bien entrado el periodo moderno, el patrón de sueño predominante en Europa era bifásico. Según el historiador Roger Ekirch, la gente solía dividir su descanso nocturno en dos segmentos separados por un período de vigilia de aproximadamente una hora, durante la cual realizaban actividades tan variadas como leer, rezar o visitar vecinos. Ekirch señala que “este intervalo de vigilia era una parte normal y aceptada de su ciclo de sueño nocturno”.

Las camas armario, con su diseño cerrado y aislante, podrían haber jugado un papel crucial en facilitar este patrón de sueño. La naturaleza recogida y protegida de estas camas ofrecía un ambiente íntimo y tranquilo, ideal para la primera fase del sueño. Luego, durante el período de vigilia, proporcionaban un espacio privado para actividades tranquilas antes de volver a sumergirse en el segundo sueño. Este diseño, que ayudaba a mantener el calor y a crear un ambiente de reclusión, era perfectamente compatible con las necesidades nocturnas de la época.

Cama cajón del siglo XVI
Cama cajón del siglo XVI. Txllxt TxllxT / Wikimedia

Un mueble que dejó de tener sentido

El uso de las camas armario comenzó a declinar con la modernización de las viviendas y los avances en los sistemas de calefacción. A medida que las casas se hacían más cálidas y espaciosas, la necesidad de un mueble que maximizara el espacio y conservara el calor disminuía. Sin embargo, el legado de las camas armario resurge en la actualidad en formas modernas de muebles multifuncionales diseñados para espacios reducidos. Soluciones como camas abatibles o rincones de sueño incorporados reflejan un interés renovado en la eficiencia del uso del espacio, mostrando cómo las ideas históricas pueden adaptarse a las necesidades contemporáneas.

A medida que avanzamos en el siglo XXI, es fascinante reflexionar sobre cómo las soluciones del pasado, como las camas armario, aún pueden inspirar nuestras innovaciones modernas. Estas antiguas respuestas a los desafíos cotidianos nos recuerdan que, aunque los tiempos cambian, las necesidades humanas básicas de confort, seguridad y eficiencia permanecen constantes. Al mirar hacia atrás para redescubrir y reimaginar estos antiguos inventos, podemos tejer un lazo entre el pasado y el presente, encontrando en nuestra herencia una fuente inagotable de inspiración para mejorar nuestro futuro.

Referencias:

  • Núñez Roldán, F. 2004. La vida cotidiana en la Sevilla del Siglo de Oro. Sílex.
  • Ortega Cervigón, J. I. 2020. Breve historia de la vida cotidiana en la Edad Media occidental. Nowtilus.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *